En este artículo vamos a hablar del modelo de negocio de la agroexportación peruana, que desde antes del COVID 19 ya tenía señales claras que debía de reinventarse, dado que la competencia es alta.
En los 90s cuando el espárrago era la estrella pionera de la agroexportación, no importaba mucho el costo de producción, los rendimientos eran naturalmente elevados comparados con los países competidores, la demanda era buena y los precios eran altos. Progresivamente, el Perú fue aumentando oferta y copando su ventana de exportación, ello hizo que los precios bajaran y obligó a las empresas a ser más eficientes; debieron bajar los costos de producción, administrativos y financieros; las empresas que no pudieron hacerlo, simplemente salieron del negocio.
Luego del espárrago, las empresas salieron a diversificar: alcachofas, capsicums, paltas, uvas, mangos, cítricos, y arándanos. Los arándanos fueron un brote de audacia en muchas empresas, que a pesar de los tropiezos iniciales pudieron aprovechar los primeros años de precios altos. La oferta de arándanos peruana, del año pasado, ya superó al volumen exportado por Chile, naturalmente los precios han bajado a niveles chilenos; y si seguimos aumentando oferta vamos a seguir bajando los precios del producto.
La palta por su lado, encontró en la industria del congelado, un elemento que ayuda a no saturar oferta; sin embargo, difícilmente resistiremos 10 mil hectáreas más de palta Hass en costa.
Actualmente, nuestras agroexportadoras están sufriendo para pasar de exportar USD 100 millones anuales a superar los USD 1,000 millones. Se han diversificado en cuanto a productos, algunas en cuanto a zonas de producción (diferentes regiones o países) algunas han comenzado a integrarse comercialmente para llegar más cerca del consumidor final. Pero aceptemos que hemos llegado al punto del "me too" basta visitar la feria "fruit logistic" de Alemania, para ver que los peruanos, en cuanto a agroexportación, tenemos una oferta parecida entre las diferentes empresas. Cuando no es posible diferenciar en cuanto a producto, calidad u oportunidad; solo nos queda competir por precio.
Ya no diferencia tener clasificadora electrónica de tamaño y color, o sensores de maduración, o tener el frío suficiente pre y post empaque; no diferencia tener un costo de producción bajo o el haber automatizado los procesos bajo un ERP; no diferencia tener todos los sellos de calidad, ni un costo bajo de acceso al financiamiento; utilizamos las cajas del mismo proveedor solo con diferente diseño de colores. Nos hemos convertido en un mercadillo donde cada exportador tiene que convencer a su "casera" por que le compre bajando varios centavos el precio de venta.
EL COVID 19 también ha demostrado que ante el reto de la seguridad alimentaria, la oferta de frescos es mucho menos competitiva, en cuanto a logística, que la industria de productos procesados. Para la gente es más práctico stockearse de atún y galletas que de papas y frutas; según estimaciones de IPSOS con datos de la ENAHO a nivel nacional, solo el 52.5% de los hogares peruanos tiene una refrigeradora.
Consolidar el portafolio de productos es importante, así como las zonas de producción, introducir nuevos cultivos es necesario: vendrán los kiwis, las cerezas y alguna fruta amazónica. Sin embargo, éste es un proceso lento de crecimiento y se nos puede pasar la misa de 1 p.m.
Analicemos a las agroexportadoras que facturan más de USD 100 millones anuales, evaluemos sus espaldas financieras, societarias, tendencia de flujos, activos, y su desempeño en el mercado de capitales; quien haya podido avanzar más en levantar capital orgánicamente, lleva la delantera. Los años siguientes serán cruciales para la consolidación empresarial; es decir, empresas grandes comprando a las empresas medianas y pequeñas.
Llegaremos a tener un grupo de empresas agroexportadoras que superen las 50 mil hectáreas plantadas y quiera Dios que no venga un Congreso de la República a querer poner límites a la propiedad de la tierra, cuando tenemos aún muchísimo desierto por irrigar. Hagamos grande al país primero, una potencia productiva y cuando lleguemos al desarrollo, en términos de PBI, podemos ser más agresivos en políticas de redistribución. Primero se crece, se desarrolla, ello permite que haya dinamismo de la economía, más recaudación fiscal y por lo tanto más riqueza para redistribuir.
Pero allí no acabará el proceso de consolidación de nuestra agroexportación, los mercados de fresco y congelados no superan el 3% anual de crecimiento; lo cual nos quedará pequeño. El gran reto y oportunidad es conectarnos más con la industria de alimentos; cómo podemos llegar al consumidor con una oferta "ready to eat" pero con atributos de rica, nutritiva y lo más natural posible.
La industria alimentaría mundial va a mirar progresivamente más al campo y las empresas de frescos van a hacerlo en el otro sentido. Ese proceso, que es probable que tarde más de una década, se materializará con la compra de empresas: el industrial comprará al produce o el produce comprará al industrial, depende de quién crezca más en la década siguiente.
Cuando lo anterior ocurra, el Perú será una de las potencias agroalimentarias del mundo. En todo esto, no debe estar relegada la pequeña agricultura; es trabajo para el Estado articular efectivamente a los pequeños productores con las empresas agroexportadoras que estén en capacidad de asegurar mercado y sostenibilidad al pequeño productor.
Por lo anterior, mi propuesta para la pequeña agricultura post COVID que he explicado en anteriores artículos, es un programa agresivo de Desarrollo de Proveedores para que empresas agroexportadoras y cooperativas puedan hacer competitiva la oferta de pequeños productores, para ello necesitamos invertir como Estado unos S/ 15 mil millones en un horizonte de 10 años y poder intervenir en 1.5 millones de hectáreas.