Hace unos días, Mario Salazar, director de la Escuela del Conocimiento Compartido – ECC me invitó a realizar un seminario virtual para presentar el panorama general de los agronegocios en el Perú. En dicha presentación se pudo analizar el origen de la actividad agropecuaria nacional; según estudios diversos se conoce que hacemos agricultura y ganadería desde hace más de 4,500 años en productos como maíz, maní, papa, quinua, cañihua, calabaza, zapallo, algodón, frijol, pacay, yuca, chirimoya, palto, camélidos y cuyes. Por ese entonces, se podría decir que estábamos a la par del desarrollo productivo de otras partes del mundo, que inició su actividad agropecuaria, unos milenios antes.
Pero a diferencia nuestra, los europeos, árabes, hindúes y chinos se vieron beneficiados por el comercio, y con él, el intercambio tecnológico. Es decir, la interacción de múltiples culturas les posibilitó un avance superior, de modo tal que los españoles al llegar a tierra Inca, trajeron productos de casi todo el resto del mundo: trigo, cebada, avena, olivos/aceite, limón, naranja, toronja, alfalfa, lenteja, lechuga, col, espárrago, zanahoria, caña de azúcar, manzana, café, anís, ajos, cebollas, culantro, orégano, canela, ganado vacuno, aves de corral, ovejas, cerdos, caballo y el burro.
Los españoles llegaron montados en espectaculares caballos (José Santos Chocano: los caballos eran fuertes, los caballos era ágiles...) portando el arcabuz como arma, una especie de escopeta, de corto alcance, cuya recarga demoraba entre 3 y 5 minutos y encender la mecha era imposible bajo lluvia. Pero hacer solo un disparo desde un brioso caballo, debió ser algo intimidante para los locales desgastados en guerras civiles.
Los españoles se afincaron en este país y lo dividieron en corregimientos. Los corregidores dispusieron las mejores tierras para los ibéricos y desplazaron a "los indios" a las partes altas. Hasta ahora, muchos descendientes de esas poblaciones nativas moran por encima de los 3,800 m.s.n m. carentes de tecnología, pues ese nunca fue su hábitat, su modo de vida y tecnología para producir, se vinculaba a los valles interandinos abrigados y andenerías.
Los españoles, y su prole, fueron heredándose las mejores tierras durante la colonia; y en época republicana, esos predios, constituyeron una nueva clase de hacendados criollos, dueños de la tierra y del destino de la población que residía en sus dominios. Más adelante, en 1969, el General Velasco Alvarado, determina la radicalización de la Reforma Agraria, que había iniciado Fernando Belaunde años antes. Las haciendas se entregaron a los trabajadores, se conformaron las cooperativas de producción y más adelante, en el segundo gobierno de Belaunde, se permitió la parcelación de dichas tierras.
El capital siempre busca tierras; sea el grande, mediano o pequeño, el capital ansía terrenos para invertir, porque no se deprecian y ganan valor en el tiempo. El capital solo esperaba un marco legal promotor y terrenos grandes que comprar; las condiciones y oportunidades se dieron luego de 1990, con CHAVIMOCHIC y el desierto de Villacurí que fue prácticamente invadido. Un motor del desarrollo agroexportador, en ese entonces fue el espárrago, producto con mercado y rentabilidad, lo demás es historia… más productos en el portafolio, más tierras para el capital y esperamos cerrar el 2021 con cerca de USD 10 mil millones en agroexportaciones. Entre Ica, La Libertad, Lambayeque y Piura se han llegado a desarrollar cerca de 150 mil hectáreas para la agroexportación.
Paralelamente, en la pasada década de los 90s se dio un marco legal para transformar las cooperativas agrarias azucareras en sociedades anónimas; en la mayoría de ellas como Casa Grande, Cartavio, San Jacinto, Paramonga y Laredo entre otras; el gran capital ingresó y se posesionó en cerca de 100 mil hectáreas de caña. También hay que considerar que el Grupo Romero, además de comprar lo que fue la hacienda Huando de Huaral, y recuperar sus antiguos predios piuranos, ha invertido en más de 25 mil hectáreas de palma aceitera en la amazonia peruana.
En contraste, ha pasado desapercibido un dato del censo agropecuario del 2012: las tierras agrícolas, bajo riego, que son las que hacen la oferta comercial del agro, llegaron a 2.5 millones de hectáreas, 800 mil hectáreas más que el dato reportado en el censo anterior (1994: 1.7 millones de hectáreas bajo riego) es decir, en los 18 años entre censo y censo, en promedio, la superficie bajo riego se incrementó en cerca de 50 mil hectáreas anuales. Este incremento de superficie se da por inversiones en infraestructura de riego y afianzamiento hídrico de los tres niveles de gobierno, que suele alcanzar una media de S/ 1,000 millones anuales. Además, los mismos privados individualmente u organizados en las Juntas de Usuarios, también van mejorando su abastecimiento de agua; motivando que se haga dos campañas de siembra al año.
Lo anterior muestra que la frontera agrícola, con agua disponible, crece cada año para la pequeña agricultura que se orienta al mercado nacional; además, la productividad va mejorando en el tiempo (Richard Webb: 4% anual) todo esto en un escenario donde la población del país crece menos de 1% al año, la economía crece menos de 3% anual (ni hablar del 2020) y el efecto de un millón de venezolanos en la demanda, es menos del 3% de incremento de la población en un periodo de 10 años. En consecuencia, la oferta de productos agropecuarios aumenta en mayor proporción de lo que aumenta la demanda nacional, lo que significa precios menores para el campo.
Los principales mercados, a nivel mayorista, del agro nacional (pollo, leche, papa, azúcar y arroz) suelen superar o acercarse a los USD 1,000 millones (en años de buenos precios) cifra que aún no llegan a alcanzar los principales productos de la agroexportación peruana (uva, arándanos, palta, café y espárrago) esto se refleja en la facturación de las principales empresas del sector: Leche Gloria con más de USD 1,000 millones facturados el año 2018, luego sigue la avícola San Fernando (USD 648 millones/2018) luego COAZUCAR (USD 390 millones/2018) y de allí sigue Camposol, principal agroexportadora, que aún no llega a superar los USD 400 millones anuales de ingresos.
La principal agroexportadora del Perú, Camposol S.A. inició operaciones en 1999 y se demoró cerca de 10 años para llegar a facturar USD 100 millones; de allí, en los siguientes diez años ha multiplicado sus ingresos anuales, poco más de tres veces; y si sigue la tendencia, superará los USD 1,000 millones de ingresos en el año 2030.
Un análisis comparativo, de un grupo de empresas del sector, mostró como Leche Gloria (2019) con facturación anual cercana a S/ 3,500 millones tiene un margen bruto sobre ventas de 19%, un margen neto sobre ventas de 4% y una rentabilidad sobre inversión de 9%; Azucarera Laredo (2019) muestra un ingreso cercano a S/ 250 millones, margen bruto de 12%, margen neto de 3% y rentabilidad de 1%; Camposol (2018) tuvo un ingreso anual cercano a S/ 1,100 millones, un margen bruto de 53%, margen neto de 25% y una rentabilidad de 27%. Estos datos muestran que la situación de Gloria no es tan holgada, que las empresas azucareras sufren la caída del precio internacional del azúcar y que una agroexportadora, como Camposol, se ha beneficiado de campañas extraordinarias de productos como palta y arándanos, algo que es difícil de repetirse en los años siguientes.
El arándano empieza a llegar a la fase de maduración, de su ciclo de vida, con 121 mil TM exportadas en fresco el 2019, significó un valor FOB de 6.6 USD/Kg; un precio 30% menor al registrado el primer año de exportaciones en nuestro país (2012: 48 TM, FOB 9.7 USD/Kg.)
Un análisis rápido de inteligencia comercial de empresas de otros países muestra claramente la oportunidad, para las empresas peruanas, de la cereza y la necesidad de analizar con más detalle la exportación mexicana de tomate, donde al parecer hay oportunidades en ventanas cortas del año. Las empresas tienen la necesidad de seguir incrementando su portafolio de productos, nuevas unidades de negocio que les permita aumentar su facturación y mejorar márgenes. Asimismo, es muy probable que la siguiente década se caracterice por adquisiciones y fusiones, entre empresas del sector, para mejorar la posición competitiva de oferta, integración comercial y acceso al mercado de capitales.
En las oportunidades identificadas, se recomienda a las exportadoras especializadas en congelados, ingresar el negocio de la papa pre-frita congelada para abastecer al mercado nacional, que este año importará unos USD 40 millones; pero fundamentalmente pensar en ser exportadores para Latinoamérica. En otras oportunidades, se mencionó la tendencia de la industria del fresco, de acercarse a la industria alimentaria para lograr desarrollo de productos menos perecibles, lo más natural posible, nutritivos y suplementados para ser nutracéuticos. En ese camino, es importante superar el uso del sulfito como conservante.
Una oportunidad adicional requiere analizar la oportunidad del negocio inmobiliario, ver a los trabajadores como una oportunidad de negocio, desarrollando complejos habitacionales de vivienda popular, que utilizando el bono de techo propio, podrán ser accesibles, mejorando su calidad de vida con disponibilidad de servicios de educación, salud, guarderías, comunicaciones etc. Esto requiere destinar una parte de los predios a vivienda de los trabajadores, lo cual motivará una apreciación del valor de parte de los predios de las empresas.