En la última década, el negocio de las cafeterías ha evolucionado con modelos muy distintos que responden a estilos de vida, culturas de consumo y propuestas de valor diferenciadas. Desde Starbucks con su promesa de “tercer lugar” entre casa y oficina, hasta cadenas latinoamericanas como Juan Valdez que hacen del origen su narrativa, o nuevas propuestas europeas como LAP Coffee en Alemania, que apuestan por volumen, rapidez y precios bajos.
Podemos agrupar los modelos de negocio de cafeterías a nivel mundial en cuatro grandes categorías:
.Experiencial / “tercer lugar”: comodidad, permanencia y conexión emocional con la marca (Starbucks, Blue Bottle).
.Origen y autenticidad: identidad alrededor del productor y del país (Juan Valdez en Colombia, Café Britt en Costa Rica).
.Precio y volumen: rotación alta, precios bajos y democratización del consumo (LAP Coffee en Alemania, Pret a Manger en Reino Unido).
.Especialidad y nicho: microlotes y barismo de precisión para un consumidor gourmet (Stumptown, Toby’s Estate).
El potencial del café peruano
El Perú tiene una biodiversidad cafetera única: más de 10 regiones productoras, altitudes y microclimas que generan perfiles de taza desde florales hasta achocolatados.
Aqui hay dos grandes oportunidades:
.Nicho de especialidad con cafés premiados a nivel internacional.
.Escala y consistencia para posicionar un producto bandera y reconocible globalmente.
El riesgo es quedarnos solo en los nichos, sin construir marca país en el consumo masivo.
¿Qué modelo necesitamos en el Perú?
Para pasar de productor a retail global, el café peruano debería apostar por un modelo híbrido:
.Identidad de origen: contar la historia, el territorio y la cultura detrás de cada taza.
.Accesibilidad y precio competitivo: no limitarse a lo gourmet, sino conquistar al consumidor cotidiano.
.Innovación y sostenibilidad: espacios culturales, experiencias modernas y un relato ambiental claro para las nuevas generaciones.
Imaginemos una cadena de cafeterías peruanas donde un cappuccino de Cajamarca conviva con un cold brew de Cusco, en un ambiente que mezcle hospitalidad andina con diseño contemporáneo.
Por lo tanto, el gran reto del café peruano ya no está solo en el campo, sino en la ciudad. Pasar de exportar sacos verdes a exportar experiencia de consumo.
Si articulamos identidad, precio competitivo e innovación, podremos dar el salto de productores reconocidos a marca mundial, conquistando no solo al consumidor de nicho, sino también al gran público.
El café peruano tiene todo para ser la próxima gran historia de retail latinoamericano. La pregunta es: ¿daremos el paso del campo a la cadena?
¿Qué modelo de cafetería creen que podría llevar al café peruano a conquistar el mundo?