La idea es cambiar la historia de los últimos 50 años – o más – la cual podría sintetizarse así: muchos ministros de Agricultura, muchos cambios de funcionarios, mucha politiquería barata, mucho floro y demagogia, mucho gasto burocrático, muchas consultorías, muchos huaicos e inundaciones, mucha agua dulce perdida en el mar… pero muy pocos reservorios.
(Agraria.pe) Desde diciembre pasado tenemos agua en todos nuestros ríos. En unos más, en otros menos. El hecho es que mucha agua dulce está perdiéndose en el mar. La pregunta es ¿acaso la situación no se repite año a año, desde que tenemos uso de razón?
La respuesta es sí; todos los años es la misma historia. Todos los años, a partir de noviembre, los agricultores de Ica – y de todo el Perú – aguardamos con impaciencia el inicio de la temporada de lluvias. Y semanas más, semanas menos, las aguas de lluvia siempre llegan a los valles de la Costa. Siempre.
Ahora, con los ríos cargados – y superada la angustia de la espera del agua – estamos en el segundo capítulo de la historia: la preocupación por los desbordes de ríos, o – lo que es peor – las inundaciones o huaicos. O sea, pasamos de un extremo a otro: de la sequía a las inundaciones.
Así las cosas, el desafío del agua es el siguiente: ¿qué hacer para tener control de la situación durante las temporadas de lluvias? ¿Qué hacer para tener agua en los estiajes? O mejor dicho ¿qué hacer para tener agua todo el año? Y la respuesta es muy sencilla: reservorios, reservorios y más reservorios… tal como hicimos en Ica, durante el período 2015 – 2018, bajo el liderazgo de la Dirección Regional de Agricultura.
Efectivamente, en aquel entonces construimos muchos reservorios – pequeños y medianos – sobre todo en las nacientes de nuestras cuencas. Arriba, en la cordillera… donde llueve. Asimismo, sembramos muchas plantaciones forestales y cercamos muchos pastizales para retener el agua de lluvias, y evitar la erosión de nuestras quebradas y laderas. Así se soluciona la escasez de agua en los estiajes. Así se evitan los huaicos y desbordes de ríos en las avenidas.
Efectivamente, debemos desterrar de nuestras mentes aquella idea equivocada de que solo las grandes represas solucionarán nuestros problemas de escasez de agua en los estiajes. Conste que no me opongo a los grandes proyectos de irrigación… pero peor es nada. En todo caso, muchos pequeños y medianos reservorios – sumados – pueden almacenar tanta o más agua que pocos grandes reservorios.
Por lo demás, las grandes irrigaciones son muy costosas, muy riesgosas, y de larguísimo plazo. Algunas – como Alto Piura, Pampas Verdes, etc. – sólo quedan en ofrecimientos politiqueros. Nunca se construyen. O, peor aún, algunas quedan truncas, como Majes Siguas II, Chinecas, Chavimochic III… Oh políticos, periodistas, académicos… ineptos, demagogos y corruptos ¡cuánto daño nos hacen a los peruanos! En fin…
Pero sigamos. También debemos trasvasar aguas sobrantes de cuencas que vierten al Atlántico, hacia cuencas deficitarias que vierten al Pacífico. Olmos… por ejemplo. ¡Un proyecto extraordinario que algunos amargados envidiosos no quieren reconocer! Incluso, hay que trasvasar aguas sobrantes entre cuencas que vierten al Pacífico, como es el caso – también exitosísimo – de Chavimochic (etapas I y II) en La Libertad. Para ello tenemos que establecer lo que hemos denominado “La Hermandad del Agua” entre la Costa y la Sierra.
¿En qué consiste la hermandad del agua? (1) En dialogar con respeto y cordialidad con nuestros pares andinos. (2) En crear los Consejos de Cuenca de manera equitativa. Es decir, con el mismo número de representantes de la Costa y de la Sierra. (3) En compartir las aguas trasvasadas y almacenadas a lo largo de todas las cuencas… de arriba a abajo. (4) En mantener los ecosistemas naturales de nuestras cuencas; desde las nacientes hasta las desembocaduras. Y (5) en establecer un Canon Hídrico – que provendría de los impuestos que pagan las empresas agrarias de la Costa – para financiar los reservorios y plantaciones forestales antes mencionadas.
Por otro lado, en las partes bajas de nuestras cuencas, debemos infiltrar la mayor cantidad de agua posible durante las avenidas. Dar tomas libres en épocas de abundancia – levantar todas las compuertas – para que los agricultores rieguen sin ninguna limitación. Así rellenaríamos los acuíferos y guardaríamos agua para los estiajes.
Incluso, debemos diferenciar las tarifas de agua, según sean aguas de avenida o aguas reguladas. Las aguas de avenida deben costar poco… o nada, mientras que las aguas reguladas deben costar más. Cuidar cada gota de agua regulada… esa es la idea.
Además, debemos tecnificar el riego mediante aspersores y / o goteros para mejorar el uso del agua… sobre todo del agua regulada. Ciertamente, debemos explotar racionalmente los acuíferos mediante redes de pozos – ojalá, interconectados entre sí – para complementar las dotaciones de agua superficial, y poder regar todos los días del año.
He ahí una política sensata respecto al agua para nuestra agricultura. Una política orientada a aumentar la disponibilidad de agua – todo el año – sobre todo para la pequeña agricultura. Una política de mejora de la productividad y competitividad del agro a través de un vasto programa de Siembra y Cosecha de Agua, y la tecnificación del riego en todo el país.
La idea es cambiar la historia de los últimos 50 años – o más – la cual podría sintetizarse así: muchos ministros de Agricultura, muchos cambios de funcionarios, mucha politiquería barata, mucho floro y demagogia, mucho gasto burocrático, muchas consultorías, muchos huaicos e inundaciones, mucha agua dulce perdida en el mar… pero muy pocos reservorios.
En base a todo lo dicho, pregunto: ¿acaso no tenemos agua en abundancia? ¿Acaso todos los años – en esta época del año – no botamos cualquier cantidad de agua dulce al mar? ¿Por qué – en vez de criticar – no construimos reservorios en la Sierra?
Fuente: Cívica.pe