Ya he explicado antes que nuestro agro, orientado al mercado nacional, sufre de una crisis de demanda; la oferta agrícola de la pequeña agricultura crece mucho más que la demanda nacional; esto explica los precios bajos, en promedio, de los últimos años. No nos deberá sorprender que el precio de la papa seguirá ligeramente bajo el 2021, no tan bajo como el 2020 pero lejos del sol por kilogramo en chacra; no nos sorprenda que abril del 2021 inicie con un precio bajo para la quinua en chacra (debido al efecto de una ligera sustitución de plantaciones de papa); la cebolla será otro producto golpeado en precio próximamente y la lista sigue.
Para suerte de la población de las ciudades, los pequeños agricultores del país siguen sembrando, a pesar de la pérdida de los últimos años; siguen sembrando porque culturalmente es inevitable dejar de hacerlo; la chacra es un medio de ocupación de la familia; una forma de ahorro que hace imperceptible el balance de que la alcancía devuelve menos de lo que le echamos; y también está la esperanza, esa ilusión de soñar un año de buenos precios.
El gobierno del presidente Sagasti ha mostrado la buena intención de implementar un programa denominado “Hambre Cero” y aunque no sabemos de los alcances y objetivos, menos del cómo de su implementación; es necesario precisar algunos conceptos básicos.
El Ministerio de Agricultura debe preocuparse de los ingresos de los productores (cantidad y precio) ¿el precio se forma en el mercado? es cierto, pero en el proceso de formación de precios intervienen muchos factores. El negocio de todo productor es la escasez, la relativa escasez es lo que genera mejores precios; la abundancia tira los precios al suelo. Con precios para la papa menores a 30 céntimos en chacra, no hay alta productividad que pueda salvarte, de qué serviría producir 60 u 80 TM de papa por hectárea si el precio de venta no cubrirá el costo de producción unitario.
Para que tengan una idea, el impacto de una buena carretera en el flete puede significar, en el mejor de los casos 10 céntimos menos por kilo en transporte; el impacto de tener el doble de productividad puede significar reducir el costo de producción unitario en 30% como promedio (tener un alto rendimiento también eleva el costo de producción por unidad de área) pero el impacto de la sobreoferta puede hacer caer el precio de venta de un sol por kilogramo en chacra a 20 céntimos, tal como lo ha evidenciado la papa este año. El mayor problema del pequeño productor es el mercado.
No se crea a pies juntillas que la pandemia ha afectado en gran forma el poder adquisitivo para comprar alimentos de la población; el precio minorista del pollo a cerca de 10 soles por kilo es una prueba de que ello no sucede; con la economía en crisis, la gente sigue comprando alimentos del campo; y de otro lado, el pequeño agricultor sigue produciendo en términos agregados más de lo que debiera; en este escenario, continuarán los precios bajos para la pequeña agricultura en los meses siguientes.
Un programa estatal que se dedique a comprar productos del campo en situación de sobreoferta sí puede ayudar a mejorar los ingresos de los pequeños productores; sin embargo, el diablo está en los detalles: la priorización, los mecanismos para hacerlo desde el Estado, y el potencial riesgo moral en las compras hace de esta opción un camino poco probable de éxito.
Lo mejor que podría hacer el gobierno si quiere apoyar en la alimentación de la población más pobre del país, es utilizar los mecanismos del propio mercado; es decir, darle dinero en efectivo a la gente; focalizando mejor la entrega de bonos adicionales. Si quieren ver otras alternativas, se puede dar vales para compra de productos agropecuarios ¿y dónde podrán utilizarse esos vales sin tener que recurrir a los ineficientes mercados de la “chacra a la olla”? es posible utilizar la logística comercial que ya existe, sin mayor gasto y bajos costos de transacción, como “yapea” y similares.
Todo lo anterior asume que el accionar del Estado es eficiente; cuando ya sabemos lo que va a pasar: se va a formar una comisión multisectorial para definir la propuesta; la comisión encargará una gran consultoría (contratarla requiere un mes) que en tres meses presentará un documento de 300 páginas, luego la comisión se demorará un mes discutiendo; luego un mes para elaborar los dispositivos legales que ingresarán a discutirse en los viceministerios de los sectores involucrados; y con suerte pasará a Consejo de Ministros días antes del 28 de julio del 2021 donde con bombos y platillos se presentará el Decreto Supremo que crea el “Programa Multisectorial Hambre Cero” como un piloto con S/ 50 millones de presupuesto para ese año, del cual no se ejecutará nada.