Hacia los años setenta del siglo pasado se realizaban subastas de té cusqueño de alta calidad hacia mercados exigentes como Inglaterra. Con el paso del tiempo, esa tradición se perdió y hoy los campos productores están abandonados. Dos emprendedores nos cuentan cómo surge la iniciativa de trabajar con esta infusión de alta gama y los muchos aprendizajes que enfrentaron.
(Agraria.pe) Runaq empezó su historia durante un viaje de amigos al Cusco cuando el padre de uno de ellos, dueño de una chacra, contó a los jóvenes estudiantes que lo visitaban el descuido en que se encontraban los campos de té de la zona.
“Este señor buscaba quitar esos cultivos y colocar otros más rentables. Entonces, como éramos estudiantes, nos pidió que le aconsejáramos qué poner. Así pensamos en maracuyá, fresas, estevia, muchas cosas, pero no teníamos dinero, teníamos solo ideas. Entonces un joven de ahí nos dijo: ¿por qué no venden té?”, recuerda Arafat Espinoza, cofundador de la empresa que identifica en ese instante su momento germinal: Runaq (palabra quechua que significa “para la gente”).
La idea era lógica, pues se encontraban en pleno valle de té en la provincia de La Convención, y quizá más práctico era aprovechar el potencial del lugar donde ya había plantas de dicho cultivo. Así emprendieron un largo camino de aprendizaje que les dejó una primera gran enseñanza: el mercado de té de calidad se constituye exclusivamente de brotes tiernos.
Y justamente eso es lo que menos se encuentra en los comercios del país pues muchas veces los agricultores por vender mayor peso mezclan su cosecha con ramas grandes y las fábricas de procesamiento pagan precios tan bajos como 50 céntimos de sol por kilo, lo que de hecho es insuficiente para el agricultor.
“En la industria de filtrantes a la gran mayoría (en Perú) no le importa la calidad. Si se abre una bolsa de filtrante vas a encontrar ramas, ves cómo el té verde se vuelve amarillo. Hoy el té verde está ligado al deseo de bajar de peso en las chicas principalmente y dicen que es un esfuerzo tomarlo porque es amargo, pero eso tiene que ver con la calidad, porque si tomas un té de hoja entera como el que hacemos nosotros con buena cosecha, es riquísimo, pasa suave, lo disfrutas. No es lo que pasa con los filtrantes donde, por ejemplo, al té negro le echan colorante y cuando ven el nuestro se preguntan por qué no tiñe tanto cuando es justamente porque no tiene colorantes”, explica Yuli Boeren, quien es la socia de Espinoza en este emprendimiento.
Punto de quiebre
Así, en ese campo de cultivo del padre de un amigo, se dieron las primeras cosechas. Arafat cuenta que con estas, todas de brotes tiernos, fueron a la procesadora y se dieron entonces con una segunda enseñanza: el insumo era de calidad, sí, pero las máquinas lo procesaban igual que cualquier té filtrante. Buscando alternativas, intentaron colocar ese producto en Lima en tiendas especializadas en infusiones importadas de calidad y encontraron rechazo pues, comparados con los tés chinos o indios, no estaban en capacidad de competir. El mundo del té era más complejo de lo que imaginaban.
Podrían haber dado fin a la historia en este momento, pero en vez de eso decidieron tomar un receso para replantear el negocio. Arafat dice que estaba claro que no basta tener una buena cosecha sino un muy buen procesamiento. “En el caso del té es una planta sensible porque el procesamiento del té verde tiene que ocurrir a no más de cuatro horas de haber sido cosechado, hay necesidad por ello de tener industria in situ, no como en otros casos que puedes llevar todo a Lima y procesarlo ahí”, relata.
Con el objetivo de salvar este obstáculo, los creadores de Runaq buscaron a un especialista que se convirtió en un aliado y les ayudó a afinar el procesamiento con la maquinaria local, una tarea que se tomó casi dos años. El resultado, un té de calidad aceptable que empezó a ingresar ahora sí a los mercados y ferias a mediados de 2014 en pequeños empaques de hebras.
Actualidad
La empresa cuenta hoy con nueve hectáreas en el sector de Choquello, distrito de Huayopata en la provincia cusqueña de La Convención a 1.300 msnm (en todo Cusco hay un aproximado de 2 mil hectáreas de té). Es un punto de alta biodiversidad con un ecosistema frágil de bosque húmedo por lo que parte esencial de la filosofía de Runaq es no usar en ningún momento agroquímicos para el cultivo así como tampoco incurrir en tala de bosques; allí el té es parte del panorama natural.
A pesar del estado actual de descuido en que se encuentran los centros productores de té en Perú, Arafat confía en dar un impulso con su historia y reverdecer los pergaminos de Cusco, cuya producción solía ser de muy alta calidad, al punto de que en los años sesenta y setenta del siglo pasado se hacían subastas de lotes especiales hacia mercados exigentes y con larga tradición como Inglaterra.
Emulando ese camino es que algunas muestras del té de Runaq ya han sido enviadas a concursos mundiales especializados en catas y han obtenido buena calificación.
“En el mundo el té ha avanzado con una capacidad impresionante de tecnología. Por ejemplo, en China este año se ha logrado el mapeo genómico del té –así como existe el mapeo genómico del hombre-; es una de las pocas plantas que cuenta con este estudio completo. El potencial que ofrece esto es direccionar la producción hacia la concentración de alcaloides como la teína, que no es otra cosa que cafeína, y de aminoácidos como la teanina y otras”, agrega.
Sin embargo, para que Perú ingrese de lleno a esa vía primero tiene que saldar sus deudas estructurales como son el mejor pago a los agricultores en el campo (haciendo énfasis en la equidad en la paga por el trabajo de la mujer), la maquinaria agrícola que en lugares como La Convención parece haberse detenido en el tiempo desde hace 35 años o más y un plan de ordenamiento de los cultivares.
“En nuestro país yo en el campo encuentro seis variedades de té sembradas, entre los cultivares asiáticos y otros… tenemos mucha heterogeneidad. Además, son campos viejos; los primeros campos se siembran en Perú tras traer la semilla en 1913 y obtener la primera cosecha en 1917. Los grandes campos surgen en 1940. Entonces hay campos de hasta 100 años. Con todo ello, el potencial es impresionante”, explica el emprendedor, quien añade que en Tingo María existe un jardín clonal de té (parte de un terreo de 400 hectáreas) al que llegaron variedades de la India y Argentina, y que hoy una asociación intenta repotenciar para reflotar marcas como “Sabú”, pero falta el apoyo técnico y científico para hacer las pruebas de campo.
Arafat y Yuli coinciden en que a nivel de Sudamérica el mayor mercado para el té se encuentra al sur de la frontera, aunque saben que hay que empezar por casa. Y es que Perú como consumidor de té está lejos de sus vecinos, ya que reportes del año pasado indican que en nuestro país se consume en promedio 35 tazas de esta infusión al año por persona, mientras que en Chile se llega a las 400 tazas. En Argentina se encuentran en 300 tazas y en Bolivia alcanzan las 70 tazas. Estas perspectivas palidecen, claro, si se contrastan con Europa, donde se puede llegar a las 600 tazas por personas al año.
“En Perú eso significa para nosotros ser bastante agresivos con la competencia porque tenemos muchos sustitutos como la muña que son parte de nuestra tradición. También sucede que casi el noventa por ciento del consumo de infusiones se da en estaciones frías, durante el invierno en Lima, y el resto, en verano, no se consume tanto en caliente, aunque irónicamente ese es el periodo en que más cosechas tenemos porque hay lluvias. Tenemos que manejar bien los stocks”, se explaya Espinoza.
Ganar más presencia en el mercado interno en el segmento de tés de calidad y luego dar el salto quizá a Chile y Argentina son las ideas que rondan en las cabezas. Y es el derrotero que debería seguir la industria nacional, pues el potencial peruano –como en tantos otros alimentos- está en sus productos de alta gama ya que no se puede competir con otros productores como Argentina que está en capacidad de cosechar 90 kilos por minuto gracias a su mecanización, mientras acá se hacen 90 kilos por jornada de forma manual. Pero el mercado para los tés finos, orgánicos, con sellos de comercio justo y respeto por el ambiente, está.
Datos
El portafolio de Runaq consta de té verde y negro, además de cuatro extractos naturales (de vainilla, canela, menta y frambuesa), cuatro blends y hierbas medicinales con flores como caléndula y muña. El té verde y el extracto de vainilla son los productos más requeridos.
Runaq se posiciona en biotiendas y ferias orgánicas de Lima y regiones como Trujillo, Arequipa y Puno.
La empresa no hace filtrantes pues no es un segmento de calidad y usa papel termosellable que ha recibido tratamiento químico para el blanqueo. La ideal es en un futuro contar con un papel que no requiera ese proceso.
La empresa tiene capacidad de producir 18 toneladas de té al año, entre verde, negro y blanco (es el mismo insumo con diferentes procesos).
Los representantes de Runaq se reunieron con funcionarios de Sierra y Selva Exportadora quienes quedaron en evaluar su caso meses atrás para ofrecer alguna ayude que los impulse comercialmente. Todavía no hay respuesta.