Investigadores Ofelia Cernaqué y Josué Dilas revelan que este factor clave para el desarrollo de la industria ha estado descuidado durante mucho tiempo. Encuentran problemas desde la producción hasta la comercialización y hacen un llamado al rescate de la mentalidad colectiva ancestral para fomentar la asociatividad.
(Agraria.pe) En un mercado internacional competitivo, la tecnología e innovación marcan la pauta. Conocer en qué nivel nos encontramos en este aspecto es fundamental para desarrollar las principales cadenas productivas del país. Aunque la realidad sea dura.
A ese fin contribuye especialmente el texto El sector cafetalero peruano: un enfoque a la CTI para su competitividad, que presentó recientemente la Universidad Continental con la autoría de los reconocidos investigadores Ofelia Cernaqué y Josué Dilas.
Dilas, en conversación con Agraria.pe, apunta que el libro analiza con detalles los fondos no reembolsables entregados por el Estado al sector cafetalero peruano entre los años 2001 y 2014, incluyendo a instituciones como Agroideas, Fondecyt, Incagro y FINCyT.
Lo que encontraron tras este estudio, señala, es revelador: solo 1% del presupuesto otorgado por todas las instituciones analizadas se ha destinado a innovación, es decir, a temas vinculados a la competitividad del sector cafetalero.
“La publicación busca brindar información respecto a la inversión que hace el país en proyectos de investigación, desarrollo e innovación, así como otras actividades ligadas al sector cafetalero. Vemos los proyectos que se promovieron con estos recursos y el dinero destinado. Encontramos que las inversiones destinadas a innovación fueron de 1%, es decir para actividades que podríamos considerar como equipamiento y pasantías, que contribuyen a la ciencia, tecnología e innovación”, explica Dilas.
El coautor apunta que los problemas de la cadena del café van desde la parte productiva hasta la comercialización, a pesar de que Perú está ubicado en los primeros lugares a nivel latinoamericano en la producción de café orgánico, un grano que es de calidad pero que no tiene los rendimientos necesarios para ser significativo, por lo que la gran mayoría del volumen exportado es café convencional.
Hay que rescatar nuestra mentalidad ancestral
Por su parte, la doctora Ofelia Cernaqué recuerda que ya desde el 2008 se investigaba desde la universidad Cayetano Heredia el problema de la roya, es decir, años antes de que el problema se desbordara y diezmara al sector.
Ella coincide en que la data demuestra que no se incentivaba a través de fondos la investigación científica y la innovación en la producción para la mejora de los procesos de cosecha y post cosecha del café. “Nadie hablada de CTI –Ciencia, Tecnología e Innovación-, Concytec no se había posicionado porque no había voluntad política de incentivar estar áreas que demandaban fondos”, observa.
Cernqué incide especialmente en la necesidad de que la academia y la agricultura trabajen de la mano para desarrollar la producción, especialmente en zonas de difícil acceso como Villa María de Pangoa, Pucyura, Vilcabamba y Surcubamba, donde solo es posible llegar con aviones o helicópteros y hay buena producción de café y cacao.
“Esto incentivó a que analizáramos todos los fondos que manejó Concytec para incentivar no solo el café sino otros recursos, y el 17% iba a incentivos y post cosecha del café, pero no hubo innovaciones en la parte aromática, siembra de cultivos, industria ni mercado. El consumo interno no se da, todo lo exportamos”, sostuvo.
Para cambiar esta realidad, la investigadora proponer trabajar con asociatividad, pues la cadena tiene agricultores involucrados en siembra, cosecha y post cosecha, pero esta necesidad choca con la falta en el perfil del peruano de la capacidad de articulación para alcanzar objetivos comunes como vender al mercado internacional.
“Debemos trabajar por clústeres, no pequeñas asociaciones como ahora que no se juntan una con la otra, por ello no hemos podido encontrar una dinámica o metodología para trabajar. Debemos articular estos clústeres a partir de las TICs con innovación tecnológica regional e instalar el tema de desarrollo y producción en esas zonas. No podemos seguir en Lima, porque aquí todo es más costoso. Debemos trasladar los recursos a esas zonas y a partir de allí generar industria, incluyendo marca, marketing, internacionalización. La dispersión no ayuda a fortalecer nuestra producción”, apunta.
Para desarrollar este sentido articulador, la especialista destaca una especie de vuelta a las raíces, a partir de su experiencia en Villa María de Pangoa (Junín). Allí, comenta, encontró entre las fortalezas de las comunidades ashánincas el pensamiento comunitario, una actitud que se condice con la mita, la minka y el obraje, pero que se ha perdido en Lima.
“En esas zonas profundas del Perú, donde hay poca presencia del Estado, ellos mantienen esa cultura colectiva y eso produjo que en las reuniones que tuvimos con el sector cafetalero se imprima la necesidad de brindar tecnología, comprar tecnología que falta para el secado por ejemplo, y trabajar en capacitación, manejo, mejora en productos con valor agregado”, destacó.
Es con estos conocimientos ancestrales, agrega, que se pueden construir políticas de desarrollo.
Y la intención del libro es esa, ser mirado como una ruta o agenda para gestar programas en el sector cafetalero, a la vez que es un llamado de atención de por qué invertimos tan poco en un concepto clave como innovación en esta industria.