(Agraria.pe) La automatización agrícola, que incluye desde los tractores hasta la inteligencia artificial, puede desempeñar una función importante para hacer la producción de alimentos más eficiente y ecológica. Sin embargo, su introducción desigual puede también agravar las desigualdades, especialmente si resulta inaccesible para los pequeños productores y otros grupos marginados, como los jóvenes y las mujeres.
En la edición de 2022 de El estado mundial de la agricultura y la alimentación (SOFA), uno de los informes principales que elabora cada año la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), se examina la forma en que la automatización de nuestros sistemas agroalimentarios puede contribuir al logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y se ofrecen recomendaciones dirigidas a los encargados de formular las políticas sobre cómo aumentar al máximo los beneficios y reducir al mínimo los riesgos.
Desde los servicios de alquiler de tractores en Ghana hasta los contenedores para el cultivo de camarones en México que emplean el aprendizaje automático y la robótica, en el informe se examinan 27 estudios de casos de todo el mundo en los que se presentan tecnologías en distintas etapas de preparación y adecuadas para productores agrícolas en diferentes escalas y con distintos niveles de ingresos.
Se investigan los factores que impulsan estas tecnologías y se señalan varios obstáculos que impiden su adopción, en particular por parte de los pequeños productores. Sobre la base de este análisis, en la publicación se proponen políticas encaminadas a velar por que la automatización agrícola sea inclusiva y contribuya a la sostenibilidad y resiliencia de los sistemas agroalimentarios.
Por último, en el informe también se trata una de las preocupaciones más habituales sobre la automatización —que crea desempleo— y se concluye que estos temores no se ven corroborados por la realidad histórica.
Según el informe, en conjunto, la automatización alivia la escasez de mano de obra y puede hacer la producción agrícola más resiliente y productiva, mejorar la calidad de los productos, aumentar la eficiencia en el uso de los recursos, promover el empleo decente y mejorar la sostenibilidad ambiental.
“La FAO cree realmente que sin avance tecnológico y un aumento de la productividad, no existe ninguna posibilidad de liberar a cientos de millones de personas de la pobreza, el hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición”, escribió el Sr. QU Dongyu, director general de la Organización, en el prólogo del informe. “Lo que importa es la manera en la que el proceso de automatización se lleva a cabo en la práctica, no si este se produce o no. Debemos velar por que la automatización se realice de modo que sea inclusiva y promueva la sostenibilidad”.
Avances en la automatización
A lo largo de la historia, la humanidad se ha esforzado constantemente para hacer menos fatigosas las labores agrícolas fabricando herramientas ingeniosas y aprovechando el poder del fuego, el viento, el agua y los animales. Para el 4000 a. C., los agricultores de Mesopotamia utilizaban arados tirados por bueyes, y hacia el año 1000 a. C. surgieron los molinos de agua en China.
El ritmo del cambio tecnológico se ha acelerado brutalmente durante los últimos dos siglos, impulsado por el descubrimiento de la máquina de vapor y reforzado posteriormente por la aparición de los tractores alimentados con energía fósil.
Actualmente, se está produciendo una nueva revolución relacionada con las tecnologías digitales, que incluyen la inteligencia artificial, los drones, la robótica, los sensores y los sistemas mundiales de navegación por satélite, además de la gran proliferación de dispositivos de mano como los teléfonos móviles y un aluvión de nuevos dispositivos conectados a Internet, la así llamada Internet de las cosas. Otro importante avance incluye la economía colaborativa. Por ejemplo, en los servicios de activos compartidos de África y Asia se emplea un modelo similar al de la aplicación de taxis Uber, ya que permiten a los agricultores en pequeña y mediana escala acceder a equipo costoso, como tractores, sin tener que adquirirlo.
Un aspecto fundamental es que existen grandes disparidades entre los países, y dentro de ellos, en cuanto a la difusión de la automatización, que ha sido especialmente limitada en el África subsahariana. Por ejemplo, ya en 2005 se estimaba que en el Japón había más de 400 tractores por cada 1.000 hectáreas de tierra cultivable, en comparación con solo 0.4 en Ghana.
Además, algunas tecnologías se encuentran todavía en la etapa de los prototipos, mientras que, en el caso de otras, las limitaciones de la infraestructura rural de apoyo, como la conectividad y la electricidad, obstaculizan su difusión, especialmente en los países de ingresos bajos y medianos.
También conviene señalar que determinadas tecnologías, como la maquinaria motorizada pesada, pueden ocasionar un impacto ambiental negativo al contribuir al monocultivo y la erosión del suelo. Sin embargo, los avances recientes relacionados con maquinaria de menor tamaño están ayudando a superar estos problemas.
Recomendaciones sobre políticas
El principio general en el que se basan las recomendaciones sobre políticas presentadas en el informe se centra en la idea de un cambio tecnológico responsable. Esto entraña anticipar las repercusiones de las tecnologías en la productividad, la resiliencia y la sostenibilidad, al tiempo que se presta especial atención a los grupos marginados y vulnerables.
La clave en este caso es crear un entorno propicio que exige una variedad de instrumentos de política complementarios que operen de forma coherente. Estos incluyen legislación y reglamentos, infraestructura, arreglos institucionales, educación y capacitación, investigación y desarrollo y apoyo a los procesos de innovación del sector privado.
Para reducir las desigualdades en la difusión de la automatización, se debería procurar realizar inversiones inclusivas que atiendan a los productores, fabricantes y proveedores de servicios, con especial atención a las mujeres y los jóvenes, a fin de seguir desarrollando las tecnologías y adaptarlas a las necesidades de los usuarios finales.
Además, las inversiones y otras medidas en materia de políticas destinadas a promover la automatización responsable de la agricultura deberían basarse en las condiciones específicas de cada contexto, como la situación de la conectividad, las dificultades relacionadas con los conocimientos y las competencias, la idoneidad de la infraestructura y la desigualdad en cuanto al acceso. Incluso las condiciones biofísicas, topográficas y climáticas son importantes. Por ejemplo, la maquinaria pequeña e incluso el equipo de mano pueden generar importantes beneficios para los productores en pequeña escala cuyas explotaciones se encuentran en terrenos accidentados.
Por último, en el informe se abordan las preocupaciones generalizadas por las posibles repercusiones negativas del cambio tecnológico que permite ahorrar mano de obra en lo relativo al desplazamiento de puestos de trabajo y el desempleo. Aunque se concluye que estos temores son exagerados, se reconoce que la automatización agrícola puede conducir al desempleo en los casos en que abunda la mano de obra rural y los salarios son bajos.
En estos contextos en los que abunda la mano de obra, los encargados de formular las políticas deberían evitar subvencionar la automatización y centrarse más bien en crear un entorno propicio para su adopción, ofreciendo al mismo tiempo protección social a los trabajadores menos cualificados, que es más probable que pierdan sus empleos durante la transición.
Definiciones
En el informe se define la automatización agrícola como “el uso de maquinaria y equipo en las actividades agrícolas para mejorar el diagnóstico, la toma de decisiones o la ejecución, reduciendo el trabajo agrícola pesado o mejorando la puntualidad, y posiblemente la precisión, de las actividades agrícolas”.
Los sistemas agroalimentarios “abarcan toda la gama de actores y sus actividades interrelacionadas de adición de valor en la producción primaria de productos agrícolas alimentarios y no alimentarios, así como en el almacenamiento, el acopio, la manipulación poscosecha, el transporte, la elaboración, la distribución, la comercialización, la eliminación y el consumo de todos los productos alimentarios, incluidos aquellos que no son de origen agrícola”.
Dato
. Si desea leer el informe de la FAO “El estado mundial de la agricultura y la alimentación (SOFA)”, siga el enlace: https://www.fao.org/3/cb9479en/online/cb9479en.html
Fuente: Portal Frutícola