(Agraria.pe) El agua es uno de los recursos más importantes para el desarrollo de la agricultura. Su disponibilidad y uso son un requisito y, a su vez, una limitante para el crecimiento del volumen y la calidad de los productos para la agroexportación. En la actualidad, según la Autoridad Nacional del Agua (ANA), el 80% del agua disponible en el Perú es utilizada para la agricultura. Sin embargo, se estima que cerca del 70% de esta no es distribuida de manera eficiente. Las razones son variadas. Las principales están ligadas a la poca calidad de la infraestructura hídrica o hasta la completa falta de ella.
Por ejemplo, es sabido que el riego tecnificado aún no alcanza a todos los campos productivos, lo cual genera pérdidas importantes de la productividad del cultivo y un gran desperdicio de agua. Lo que es incluso menos común es el uso de herramientas de medición para aumentar la precisión en la distribución del agua en los cultivos. Con una correcta implementación de estas se podría mejorar la eficiencia del uso de este recurso en un 90%.
El Perú es uno de los países con mayor disponibilidad de agua en la región, superando a otros como Chile o Ecuador. Sin embargo, en términos reales, el uso eficiente de este recurso aún esta por debajo de dichos vecinos. Por ejemplo, se estima que apenas el 0.29% del agua disponible en el país se regula, muy por debajo de Chile (con 0.5%) y Ecuador (2.6%)
A inicios del año, cuando se realizaban las proyecciones de disponibilidad de recursos hídricos para la agricultura, se auguraba un muy mal año y una posible escasez prolongada. Sin embargo, los fenómenos naturales de inicios de 2023 cambiaron la situación radicalmente. Por el lado positivo, en la costa del centro y norte del país, además de la sierra norte, se logró que las reservas de agua se llenen, por lo que la disponibilidad de este recurso no se muestra como un grave problema para el resto del año. Pero, lamentablemente, las fuertes lluvias que ayudaron a llenar las reservas han dejado fuertes daños en la infraestructura hídrica a lo largo del país. Se calcula que se estropearon cerca de 327 kilómetros de canales de riego. Además, 109 kilómetros de dichos canales se destruyeron.
Los fenómenos climáticos de inicios del año demostraron lo vulnerable que era la agricultura peruana. La falta de inversión en prevención se hizo notar con el colapso de distintos puntos clave para la infraestructura hídrica. Una muestra clara fue el colapso del canal madre del proyecto Chavimochic, uno de los más importantes del país. Esto generó el desabastecimiento de agua en los valles de Chao, Virú y Moche, afectando miles de hectáreas de cultivo, muchas de ellas destinadas a la agroexportación. Esta situación generó un fuerte desajuste en los procesos de cultivo que se está sintiendo recién en estos meses. Fueron cerca de 28 empresas agroexportadoras afectadas por este incidente en el megaproyecto. El cultivo que resultó más afectado fue el espárrago, que tuvo problemas en las etapas tempranas debido a la demora de casi cinco días en el restablecimiento del recurso hídrico. Se estima que estos eventos pudieron haberle costado cerca de 3% a 5% de los volúmenes de producción en estas zonas agrarias.
Otro ejemplo claro fue la destrucción del canal aéreo de Cascajal, a causa de un huaico. Este desastre afectó a más de 30 mil hectáreas de cultivo de la zona. Los productos más dañados fueron el maracuyá, el espárrago y el arroz (principalmente de destino al mercado interno). Además de afectar los volúmenes destinados a la agroexportación, se vio un claro riesgo en la seguridad alimentaria de la provincia del Santa.
Más al norte del país, Tumbes y Piura vieron sobrepasadas sus capacidades de almacenaje de agua, impidiendo el correcto aprovechamiento de las fuertes lluvias de inicio del año. La reserva de San Lorenzo sobrepasó su tope en más de 4%. Además, el reservorio de Poechos se mostró completamente rebalsado para finales de abril. Lamentablemente todo lo almacenado no era agua, pues se estimaba que cerca del 40% de lo reservado era lodo y agua colmatada. Esto significa que la capacidad de almacenaje se ha visto reducida en casi 50% desde la creación de estos reservorios.
La escasez hídrica se está notando más en la sierra central y sur del país. Debido al clima de este año, los ciclos del agua fueron realmente atípicos, generando fuertes problemas en la disponibilidad del agua. A pesar de que en estas zonas del país no se concentran los mayores cultivos destinados a la agroexportación, sí existe cierto daño en productos de mediana presencia en la canasta agroexportadora peruana. Las regiones de Puno, Arequipa, Ayacucho y Junín son de las más perjudicadas. Con respecto a los productos destinados para la agroexportación, los reportes indican que los cultivos que más se han reducido son la quinua, el ajo y el frijol. La quinua ha mermado en casi 23% en comparación a lo sembrado en la campaña anterior en estas regiones. El ajo, por su lado, disminuyó su siembra en cerca del 21%. Los frijoles tuvieron una caída más ligera, con cerca del 12%.
El gasto público destinado para la mejora del manejo del agua aún continúa lento por la falta de una buena gestión. Hasta agosto, el sector Agrario y de Riego en su totalidad sólo ejecutó el 39% de su presupuesto. Organizaciones como la Institución Nacional de la Innovación Agraria (INIA) y la Autoridad Nacional del Agua (ANA) apenas han ejecutado el 30%. Por ello, para la debida gestión hídrica del país es necesario acelerar las inversiones en la infraestructura hídrica, en la prevención de desastres y en la capacitación de los usuarios agrícolas.
Fuente: Fresh Fruit