A nivel mundial, bastarían US$ 67 mil millones anuales en programas de protección social y otras inversiones en desarrollo productivo para poder erradicar el hambre en 2030.
(Agraria.pe) La protección social se está convirtiendo en una herramienta fundamental en los esfuerzos para erradicar el hambre, sin embargo, la gran mayoría de los pobres en las zonas rurales del mundo no cuentan todavía con ningún tipo de cobertura.
El informe “El estado mundial de la agricultura y la alimentación 2015” (SOFA), publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en vísperas del Día Mundial de la Alimentación (16 de octubre), concluye que en los países pobres los planes de protección social -como las transferencias de efectivo, la alimentación escolar y las obras públicas- son una forma económica de proporcionar a las personas vulnerables la oportunidad de salir de la pobreza extrema y el hambre y mejorar la salud, educación y oportunidades en la vida de sus hijos.
Al respecto, el director general de la FAO, José Graziano da Silva, dijo que los programas de protección social permiten a las familias tener acceso a más alimentos, a menudo incrementando los que ellos mismos cultivan, y hace también que sus dietas sean más variadas y saludables. “Estos programas pueden tener efectos positivos en la nutrición materna y del lactante, reducir el trabajo infantil y aumentar la asistencia a la escuela, todo lo cual incrementa la productividad".
Pero la protección social, aun siendo esencial para las personas pobres y vulnerables, no transformará las economías locales por sí sola: únicamente puede desempeñar una función de apoyo. Para combatir la pobreza y la inseguridad alimentaria en el contexto del desarrollo rural y la transformación agrícola, son necesarias políticas e intervenciones tanto en materia de protección social como de agricultura.
El caso peruano
El informe de la FAO destaca cómo, en el Perú, los beneficiarios del programa social de transferencias de efectivo Juntos también recibieron el apoyo del programa de desarrollo rural Haku Wiñay destinado a reforzar las capacidades productivas y de generación de ingresos de los agricultores en situación de extrema pobreza.
Para alentar a los hogares a adoptar tecnologías sencillas y de bajo costo, tales como sistemas de riego por aspersión y agroforestería, Haku Wiñay ofrece a los beneficiarios de Juntos activos productivos, asistencia técnica y capacitación. "Los resultados preliminares de una evaluación de los efectos muestran que, transcurridos dos años, las fuentes de ingresos relacionadas con la producción y la elaboración de productos agropecuarios aumentaron más rápidamente entre los hogares beneficiarios con respecto a los no beneficiarios", sostiene el informe.
"El caso peruano muestra que, cuando los programas de desarrollo agrícola tienen la finalidad de llegar a los pobres, los objetivos de estas intervenciones podrían coincidir con las metas del programa de protección social", destaca el documento publicado.
Comprender la protección social
Los programas de protección social ayudan actualmente de diversas formas a 2.100 millones de personas en los países en desarrollo, incluyendo mantener a 150 millones de ellas fuera de la pobreza extrema. Ampliar estos programas en las zonas rurales y vincularlos a las políticas de crecimiento agrícola inclusive podría reducir rápidamente el número de personas pobres, señala el SOFA.
La mayoría de los países -incluso los más pobres- pueden permitirse algún tipo de programa de protección social. La FAO estima que a nivel mundial, bastarían US$ 67.000 millones anuales en suplementos de ingresos, aportados en su mayoría por los programas de protección social -junto con otras inversiones a favor de los pobres centradas en la agricultura- para poder erradicar el hambre en 2030. Eso supone menos del 0.10% del PIB mundial.
La protección social es una inversión y no un costo
El informe destaca que es un mito la idea de que la protección social -incluso en forma de transferencias de efectivo incondicionadas-, reduce el esfuerzo de trabajo de las personas. Por el contrario, los receptores a menudo responden a la protección social de manera positiva, incluyendo con la mejora de la nutrición y la educación de sus hijos, confiando más en la producción propia en lugar de un trabajo asalariado mal pagado y también aumentando su participación en las redes existentes.
Aun así, el SOFA hace hincapié que la protección social por sí sola no puede erradicar de manera sostenible el hambre y la pobreza rural. Por lo tanto, pone de relieve la importancia de combinar y coordinar las inversiones públicas en protección social con las inversiones públicas y privadas en los sectores productivos de la agricultura y el desarrollo rural. Estas acciones garantizarán el crecimiento económico inclusivo como forma sostenible para romper el ciclo de la pobreza rural.