Afectada por plagas que en su piso ecológico original no existían, el “grano de oro de los incas” enfrenta el dilema de seguir produciendo en grandes volúmenes con el riesgo de excederse en el uso de plaguicidas o apostar a una producción orgánica de calidad.
(Agraria.pe) La primera clarinada de alerta se dio en agosto del año pasado: 200 toneladas de quinua exportada desde Perú a Estados Unidos fueron rechazadas por las autoridades sanitarias del país norteamericano al encontrar residuos de pesticidas en el cargamento. Una situación inédita pues en su piso ecológico natural, a más de 3.000 msnm, en las regiones altoandinas, el “grano de oro de los incas” creció siempre en buenas condiciones sin necesidad de agroquímicos ni pesticidas.
El tema compromete sin duda el afán exportador en el que se encuentra embarcado el país, y el “descubrimiento” de las bondades nutricionales de la quinua peruana por los grandes mercados del mundo: Europa y Estados Unidos. Una nueva etapa en que la necesidad de producir en volúmenes descomunales se ha impuesto y trastocado principios de cuidado del cultivo.
Carlos Zamorano, director ejecutivo del Instituto Peruano del Espárrago y Hortalizas (IPEH), concuerda en que la quinua en su hábitat natural ofrece características de rendimiento y sanidad muy buenas, pues no está afecta a casi ninguna plaga. “Pero la visión empresarial hizo que se preguntaran ‘¿qué pasa si traigo la quinua a la costa?’. Y vemos que produce mejor pero no con la misma calidad ni los mismos valores nutricionales. Además, al poco tiempo aparecieron plagas que no existían en su entorno natural”, apunta.
De hecho, la siembra de quinua en la costa (especialmente Piura y Lambayeque) ha sido una línea de trabajo promovida por el Ministerio de Agricultura y Riego desde el 2014, cuando anunció la suscripción de convenios con pequeños productores y medianas empresas del agro para ofrecer asistencia técnica y sustituir cultivos de arroz y algodón, que consumen mucha agua, por el grano andino.
Sin embargo, la estrategia sufrió un revés cuando en el 2015, según cifras de la Sunat, se registró una disminución en la exportación de quinua convencional como consecuencia de los desórdenes ocasionados por la producción de quinua en la costa y el rechazo mencionado en Estados Unidos por el uso de fungicidas.
Al respecto, Héctor Carrasco, presidente de Conveagro, explica que la quinua no es de siembra extensiva y solo se da bien en zonas altoandinas. Lamenta además que no fuera una entidad como el Instituto Nacional de Innovación Agraria (INA) la que descubriera las propiedades del grano y lo promocionara adecuadamente en el mundo, sino que fueran organizaciones extranjeras (como la NASA) las que lo investigaran y destacaran por su valor nutricional, lo que habría ayudado a planificar mejor el proceso de exportación.
“Esto sucede por la criollada empresarial, por ganar más con la exportación. Han llevado la quinua a otro piso ecológico y la sembraron en vez de cebollas y otros productos, y sucedió lo que tenía que suceder, se contagió con otras enfermedades y empezaron a generalizar diciendo que la quinua de los Andes está contaminada. Esto debió evitarlo el INIA, hacer investigación previa y decir que este producto no está todavía para una producción masiva en pisos ecológicos que no le corresponden”, declara el dirigente gremial.
También en esa línea, John Preissing, representante de la FAO en el Perú, destaca que es necesario reconocer las ventajas naturales de la quinua en el nicho orgánico. Sin embargo, no descarta una producción convencional, pero con otros costos y una mejor orientación: “Creo que se apuró el proceso de exportación, porque se requiere verificar la calidad, certificar, investigar, desarrollar sistemas de transporte. En el afán de aprovechar el momento comercial se adelantaron. Perú sabe más que nadie cómo exportar productos de alta calidad, pero hay que respaldar sus procesos y sabiduría”, reflexionó.
Posibles soluciones y una propuesta
Para Carlos Zamorano, parte de la solución para la quinua convencional está ya a la mano, pues se han desarrollado recientemente plaguicidas registrados para su uso en quinua, lo que permitirá exportar considerando los límites máximos, trazabilidad e inocuidad que exigen los mercados mundiales. Observó que aun así será un producto de menor nivel que el orgánico, por lo que es necesario que intervenga el INIA para mejorar su rendimiento y capacidad. “El INIA tiene chacras de prueba para la quinua roja, negra, etc., ellos deben hacer la investigación, no es justo que el campesino la haga porque no tiene los fondos y los resultados son inciertos”.
Héctor Carrasco coincide en este punto y pide profesionalizar el INIA, que revalore la procedencia peruana de la quinua y respete sus pisos ecológicos de producción. Señala que es fundamental trabajar con las autoridades locales y reconocer que en las regiones altoandinas hay pampas extensas desaprovechadas para este cultivo. “Está el facilismo de sembrar solo en donde llega el carro y donde hay pistas asfaltadas. Como la quinua crece a más de 3.000 msnm y es difícil de traer ya no la consideramos y la llevamos a la costa, ¿por qué todo tiene que ser en la costa? Hay que profesionalizar la siembra de quinua”.
Finalmente, Hernani Larrea, director académico de la carrera de Administración y Agronegocios de la UPC, señala que hasta ahora los productores de quinua no aprovechan la denominación de origen como estrategia en el mercado. “La tenemos (la denominación de origen) para las aceitunas y el café, pero en la quinua no la utilizamos. Nuestra quinua orgánica es natural, el pequeño y mediano productor no tiene para pagar pesticidas y fertilizantes, y crece naturalmente. Esta es una estrategia válida que pueden usar para revalorar el grano”, observa.
Dato
.Perú es el primer exportador mundial de quinua. En el 2015, el país colocó en el extranjero 42.000 toneladas del grano por un valor de US$ 143 millones, según cifras del Centro de Comercio Exterior de la Cámara de Comercio de Lima.