(Agraria.pe) De cada 10 trabajadores asalariados agropecuarios, 3 son mujeres, y las tendencias apuntan a que este proceso seguirá acelerándose, indica el Centro Peruano de Estudios Sociales (CEPES).
Destaca que las mujeres lideran la transición hacia un agro sostenible, pero enfrentan desafíos en la sostenibilidad social y económica. Agrega que el 24 % de productores organizados en el Perú son mujeres, pero aún su representación en puestos de decisión es minoritaria.
Número de mujeres asalariadas se duplicó en veinte años
El sector agrario peruano ha sufrido cambios estructurales a lo largo de su historia. Uno de los más recientes tuvo su origen a mediados del siglo pasado en la escala global —con la especialización productiva, la expansión de la agroindustria, la revolución verde y la concentración de capitales en el agro— y se reforzó a finales de ese siglo en la escala local con la aprobación de la Ley 26505 —que liberalizó la propiedad de la tierra— y las posteriores políticas de promoción agroexportadora y de libre comercio.
Fruto de estos procesos, se reestructuró el capital, el poder, la tierra y el empleo en el agro peruano, lo que originó o reforzó nuevas tendencias demográficas, sociales, económicas y laborales en el sector, una de las cuales es el proceso de feminización de la agricultura peruana, que, como veremos en esta publicación, se ha dado tanto en el trabajo independiente (conducción) como en el trabajo dependiente (remunerado y no remunerado).
En el trabajo remunerado dependiente (asalariados), la tendencia es a que cada vez las mujeres ganen más espacios a nivel nacional, sobre todo en la costa y la selva, donde el número de asalariadas del campo se ha más que duplicado en los últimos veinte años, probablemente a raíz del crecimiento del sector agroexportador (no tradicional) y del mercado interno.
En la sierra, la participación femenina en el trabajo asalariado agropecuario ha sido más errática, respondiendo a los flujos de requerimiento de mano de obra eventual y a las dinámicas del empleo no agrícola, que cada vez toma mayor protagonismo en la estrategia de diversificación de ingresos, debido a los altos índices de pobreza asociados a la baja productividad, la poca dotación de recursos y la limitada presencia de servicios públicos adecuados.
Las mujeres aportan la mayoría del trabajo no remunerado
La agricultura familiar es mayoritaria en el Perú (el 97 % de las unidades agropecuarias, según la Estrategia Nacional de Agricultura Familiar), y se caracteriza por basarse en el trabajo de la propia familia, sobre todo no remunerado. Según la Enaho 2023, de cada cuatro personas que desarrollan empleos agropecuarios, una lo hace sin recibir remuneración en la familia, siendo aquella, la mayoría de veces, una mujer.
Esta notable contribución femenina se observa en las tres regiones naturales. La mayor parte de las trabajadoras familiares agropecuarias (alrededor de las dos terceras partes) se concentra en la sierra. Pero la participación femenina en el trabajo familiar es creciente en todo el país.
*Conformación del trabajo familiar agropecuario femenino 2023: Esposa/pareja/ compañera 73%, hijas 23%, otras parientes 4%.
La Enaho da cuenta de que el trabajo familiar no remunerado femenino lo brindan, en primer lugar, las esposas, parejas o compañeras del productor agropecuario, y, en segundo lugar, las hijas. En los últimos veinte años, este soporte se ha mantenido estable, aunque la contribución relativa de las mujeres esposas/parejas/compañeras se ha expandido, mientras que la de las hijas disminuyó. Este ligero cambio del empleo familiar femenino sugiere que el trabajo familiar de las más jóvenes (hijas y otras parientes) sería cada vez más limitado. Así, el pro ceso de feminización del trabajo familiar no remunerado iría acompañado de un proceso de envejecimiento de la mano de obra.
Al concentrarse más la mano de obra familiar en un solo miembro, es probable que se incremente su carga laboral, se pierda flexibilidad en la organización del trabajo familiar y se necesite aumentar el trabajo asalariado para compensar tales desbalances. No hay políticas públicas que reconozcan ese aporte, sin compensación, de las mujeres al trabajo familiar, por lo que su creciente presencia requiere que se le preste la atención que merece.
Conductoras de la tierra: fuerza en crecimiento
Las agricultoras han asumido un papel cada vez más importante en la conducción de tierras agrícolas en el Perú, como lo evidencian los censos agropecuarios de 1994 y 2012. La Encuesta Nacional Agropecuaria (ENA 2022) revela que el 33 % de las unidades agropecuarias están conducidas por ellas y ratifica aquella tendencia. Este incremento no ha sido el resultado de políticas públicas que promuevan su empoderamiento, sino de las circunstancias que se han presentado en las zonas rurales.
Un factor determinante parece haber sido la migración de varones hacia las ciudades en búsqueda de empleo, lo que ha dejado a muchas mujeres al frente de las actividades agrícolas y, con ello, de la responsabilidad de la gestión de la tierra. Así, ellas no han asumido el liderazgo de las unidades productivas por elección, sino más bien por necesidad, pero han demostrado su capacidad para administrar la tierra y garantizar el sustento de sus familias.
La creciente presencia de la mujer al frente de la producción agrícola refleja un cambio significativo en su rol y la convierte en una figura clave en la sostenibilidad y desarrollo del mundo rural. Los cambios en las dinámicas familiares y comunitarias han facilitado que las mujeres asuman roles de liderazgo en el campo, lo que las ha llevado a superar gradualmente las limitaciones impuestas por las estructuras tradicionales.
Este proceso de feminización del campo plantea un desafío que el Estado debe atender. La ausencia de una política agraria que reconozca y aborde de forma específica el creciente protagonismo de las agricultoras en la gestión y control de la tierra limita su potencial. Es fundamental que el Gobierno brinde apoyo y recursos a las mujeres rurales para consolidar su rol en la transformación y desarrollo del sector agropecuario peruano.
Producen para la seguridad alimentaria
Según la última encuesta agropecuaria (ENA 2022), de cada tres productores agropecuarios uno es mujer. En números absolutos, en 2022, las productoras eran más de 700.000.
A la creciente presencia de las productoras agrícolas en la conducción de las parcelas, o como asalariadas o desempeñando trabajo familiar no remunerado, debemos sumar también su mayor participación en la producción de los alimentos que consumimos en nuestras mesas, es decir, en la seguridad alimentaria.
El Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (Midagri) hace regularmente el seguimiento de la producción. A partir de allí, en veinte de los principales cultivos (en términos de valor) encontramos una fuerte participación de las productoras, lo que también se da en otros cultivos que no se monitorean.
Las cifras oficiales muestran una presencia muy significativa de las productoras en cultivos alimenticios como la quinua, la papa, las habas, la avena forrajera, la alfalfa y el rye grass. Estos, además de otros, son cultivos que se orientan al consumo de la propia familia agrícola y, también, a la venta y a actividades de pastoreo. En efecto, productores y productoras agrarias a nivel nacional destinan una parte significativa de su producción para la venta, canalizada por lo general a través de comerciantes y acopiadores. Aunque una parte de lo producido se dirige al consumo de la familia, no todos los agricultores producen solo con ese objetivo.
En tal sentido, podemos afirmar que las productoras agrarias no solo contribuyen a la seguridad alimentaria de sus familias, sino también a la seguridad alimentaria nacional. Ellas, además, participando, aunque en menor grado, en los cultivos destinados a la exportación —sobre todo, como trabajadoras de las empresas agroexportadoras—, contribuyen a la seguridad alimentaria de otras naciones.
Mujeres lideran buenas prácticas agrícolas
La evidencia internacional (como la de la OECD 2021) es clara: las mujeres son agentes activos de cambio en la agricultura, adaptándose con éxito a nuevas condiciones y desafíos, incluida la necesidad de transitar hacia una agricultura más sostenible. En el Perú, la última Encuesta Nacional Agropecuaria (ENA 2022) revela que las BPA, el primer paso hacia una agricultura sostenible, están más difundidas entre las mujeres que entre los varones. Ellas tienden a cultivar una mayor variedad de productos agrícolas, lo que contribuye a la biodiversidad y a la resiliencia de los sistemas agrícolas. Con frecuencia son más eficientes en el uso del agua y la tierra, desarrollan estrategias efectivas para adaptarse al cambio climático y suelen poseer un profundo conocimiento tradicional —transmitido de generación en generación— sobre la gestión de los recursos naturales, la adaptación a la variabilidad climática y las prácticas agrícolas ecológicas.
A pesar de su aporte a la sostenibilidad de la agricultura, la mayoría de estas productoras se caracterizan por pertenecer a los estratos de agricultura familiar en que prevalecen las condiciones de producción de infrasubsistencia y subsistencia, lo que les dificulta mejorar sus condiciones de vida, invertir en la producción a mayor escala y acceder a canales de financiamiento y comercialización más rentables.
La acción estatal es crucial para la creación de condiciones que posibiliten la preservación de altos niveles de sostenibilidad ambiental, al mismo tiempo que la sostenibilidad social y económica de las productoras y sus familias. Esto implica pensar en políticas que a estas agricultoras les proporcionen incentivos que les permitan acceso al agua, a financiamiento, capacitación, asistencia técnica, tecnologías limpias, seguridad jurídica sobre sus tierras y mercados justos.
Retos de las agricultoras con buenas prácticas
Ellas enfrentan brechas en el acceso a educación, financiamiento, etcétera. La mayoría de las mujeres que aplican Buenas Prácticas Agrícolas son mayores de 50 años, con educación primaria y hablan quechua. Las capacitaciones deben adaptarse a estas características.
Abriendo paso dentro de sus organizaciones
Las organizaciones de agricultores son tradicionalmente lideradas por varones. El camino hacia la mayor participación de las agricultoras en la toma de decisiones es largo y complejo. Asociarse es solo el primer paso y, ya incluidas las mujeres en la vida organizativa, su avance implica cambiar estructuras y relaciones de poder presentes en dichas entidades. Según la ENA 2022, en los últimos años ha aumentado la cantidad de agricultoras en las organizaciones y, paralelamente, se viene reduciendo el analfabetismo e incrementando la educación superior. Son datos relevan tes en tanto se asume que una mayor participación y un mejor acceso a la educación para las nuevas generaciones de agricultoras amplían su oportunidad de asumir puestos de liderazgo en sus organizaciones.
Sin embargo, ello no es suficiente, pues la asociatividad de productoras agropecuarias en el Perú aún es débil: de los más de dos millones de productores/as agropecuarios/as del país, 146 247 pertenecen a organizaciones, y solo 34 805 de estos son mujeres (ENA 2022).
En las cooperativas, las mujeres no superan el 19 % del total de miembros. En las juntas de usuarios del agua, si bien el 32 % son mujeres, solo el 10 % ocupa cargos directivos (ANA 2021). En las comunidades campesinas y nativas, el 36 % y el 45 % de las mujeres, respectivamente, están inscritas en sus padrones (Cenagro 2012); sin embargo, no más del 5 % ocupan el cargo de presidenta (INEI 2017).
Avances legislativos como la modificación de la Ley General de Comunidades Campesinas (Ley 30982) y la Ley de perfeccionamiento de la asociatividad de los productores agrarios en cooperativas agrarias (Ley 31335) establecen medidas afirmativas para la participación de las mujeres en cargos directivos, pero aún no se aprecian avances significativos de su efectiva aplicación e impacto.
Fuente: CepesData