(Agraria.pe) Colombia, país históricamente agrícola y reconocido por productos como el café, el banano o el cacao, atraviesa un nuevo desafío: la expansión del cultivo ilícito de coca. La decisión de Estados Unidos de descertificar al país, anunciada el lunes por la Secretaría de Estado, se sustentó en el aumento de hectáreas sembradas, pese a los decomisos, extradiciones y destrucción de laboratorios reportados por el Gobierno colombiano.
Según el Informe Mundial sobre Drogas 2025 de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Onudd), el área de coca en Colombia alcanzó 253.000 hectáreas en 2023, frente a 230.000 en 2022. Esta cifra supera la superficie destinada a cultivos básicos como la yuca (242.991 ha) y la papa (196.756 ha), así como a frutas como cítricos (124.155 ha), banano (109.465 ha), mango (41.411 ha) o piña (26.949 ha). Aunque aún está por debajo de cultivos estratégicos como el café (838.838 ha), el arroz (711.030 ha), la palma de aceite (689.915 ha) o el maíz (518.551 ha), la tendencia genera preocupación por su impacto en la seguridad alimentaria y la economía rural.
Jorge Enrique Bedoya, presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC), advirtió que "un número creciente de hectáreas de hoja de coca es una muestra del fortalecimiento de los grupos armados al margen de la ley, de la falta de alternativas de seguridad en las zonas productoras y de la ausencia de infraestructura y bienes públicos".
Bedoya recordó que la superficie más baja en la historia se alcanzó entre 2013 y 2014, con unas 46.000-48.000 hectáreas, cuando se combinaba la aspersión aérea con la interdicción y el fortalecimiento de la seguridad rural. "Las carreteras, la presencia del Estado y el desarrollo son factores esenciales para reducir los cultivos ilícitos y evitar que los grupos armados instrumentalicen a la población civil", señaló.
El crecimiento del área cocalera responde, además, a la alta demanda internacional de cocaína, especialmente en Estados Unidos y Europa. Este mercado ilegal incentiva la persistencia de los cultivos, que a su vez generan consecuencias sociales, como el control territorial por parte de grupos armados, el desplazamiento forzado y el aumento de la violencia. En lo ambiental, el problema se refleja en deforestación, uso de químicos nocivos y degradación de ecosistemas.
"La lucha contra las organizaciones criminales y sus finanzas es clave, porque tanto la coca como la minería ilegal y la extorsión son fuentes de recursos para estos grupos", añadió Bedoya.
El hecho de que la coca supere en extensión a cultivos tradicionales de la dieta básica colombiana constituye, según expertos, un signo de desequilibrio estructural y un reto urgente de política pública.
Fuente: agronegocios.co